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Por ello, se recomienda que los padres conozcan a qué tipo de videojuego juegan sus hijos, establezcan unos
límites horarios e incluso que instalen la consola o el ordenador en un espacio comunitario de la casa donde el adolescente pueda estar controlado. Y es que la adicción a los videojuegos puede llegar a afectar a la salud y vida social de los jóvenes, ocasionando ciertos trastornos de conducta, como pueden ser: Ansiedad, rabia y frustración: se ha demostrado que la adicción a los videojuegos presenta ciertos síntomas similares a los que produce una adicción al alcohol u otras drogas.
Deterioro de las habilidades sociales: los jóvenes sufren ciertas alteraciones en su vida cotidiana, como un aislamiento de amigos y familiares, evasión de cualquier actividad lúdica o fracaso escolar.
Consecuencias físicas: dedicar tantas horas a jugar a un videojuego en concreto puede llevar a perder el control del sueño e incluso delos horarios alimenticios.
La adicción a los videojuegos es una cuestión que aún divide a médicos y educadores. Varios colegios utilizan juegos electrónicos en clase. "En realidad, cualquier videojuego genera aprendizaje, también los destructivos", explicaba en EL PERIÓDICO el fundador de Barcelona Multimedia, Toni Matas. A menudo el problema es la
Brecha generacional entre padres e hijos, por lo que "la mejor estrategia no es prohibir los videojuegos a los niños, sino jugar con ellos".
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